lunes, 17 de noviembre de 2008

CLASE 12: LA EXPERIENCIA DE LA SALVACION

Todo cristiano desea experimentar la salvación que es en Cristo Jesús. La Experiencia de la Salvación es lo que más anhelamos como seres humanos perdidos en el pecado. De hecho existen muchos “cristianos” que aun no han vivido esta experiencia. Es decir Hay muchos que aun no viven en Cristo, pero desean hacerlo y no saben cómo hacerlo en forma efectiva.
Para comprender este asunto vital en su vida debe tener en cuenta que es un proceso y no un hecho aislado. En realidad es un proceso que durará toda su vida. No piense que haciendo algo en especial usted podrá experimentar la salvación. Tampoco crea que mientras más conoce, teóricamente, este asunto, lo hace partícipe de la salvación. No, usted tiene que vivir la experiencia de la salvación en su vida. Entonces ¿Cómo hago para ser partícipe de esta hermosa experiencia de la salvación?
Lea el siguiente texto: “Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él.” (2 Cor 5:21). Que sentimientos le inspira este texto, creo que usted se siente agradecido a Dios por haberlo salvado en forma inmerecida, pues El, Jesús, sin merecer la muerte, murió por usted. Se hizo pecado en vez de usted.
El entender el plan de salvación que Dios uso en favor de usted y por medio Jesucristo le permite sentir algo extraño, sentirse culpable de su muerte y deseoso de no cometer más pecados. Esto se llama arrepentimiento.
El arrepentimiento verdadero significa sentir dolor por haber pecado y la sincera intención de no volver a pecar. Ahora, la única forma de experimentar arrepentimiento no parte de la bondad del ser humano sino de la bondad de Dios (Romanos 2:4). 
Es Él quien lo guía al arrepentimiento. Al aceptar a Jesús como mi único salvador (Hech 4:12), entonces me veo impulsado por amor a Él, a confesarle mis pecados para ser perdonado.
Antiguamente, y aun hoy en ciertos lugares, el trueque era la manera para negociar. Si tú querías algo debías intercambiar por algo que tú tuvieras, de similar valor.
Te imaginas llegar a un centro de trueque y descubrir que alguien quiere cambiar tu pequeña y vieja bicicleta por un Ferrari nuevo, último modelo, la verdad es que parece que esa persona no ésta haciendo un buen negocio. Pero el más necio serías tú si no aceptaras el trueque.
La Biblia nos habla del mejor trueque de todos los siglos. En 2 Corintios 5:21 dice: “Al que no conoció pecado (se refiere a Jesús) por nosotros (Dios) lo hizo pecado (a Jesús), para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”.
Este es el mejor trueque de todos: Jesús cambia su justicia por tu pecado, para que tú puedas ser justo y no pecador. Y lo que deberíamos recibir como paga de nuestro pecado (la muerte) Jesús lo recibió por ti, para que tú puedas recibir la salvación.
Cuando Jesús lo perdona, luego de aceptar a Jesús en su vida, entonces he sido justificado. La justificación es el acto misericordioso de Dios, por el cual Dios lo declara como justo, aunque no lo sea. Ud. sigue siendo pecador, pero lo llama justo, sigue con su naturaleza y deseos carnales, pero ante los ojos Dios aparece como justo. Pues acepto el sacrificio de Jesús en su lugar, se arrepintió, pidió perdón por sus pecados y El lo perdonó. Ahora usted está justificado por Dios, por fe en Jesús, no por obras y sin merecerlo (Efe 2:8,9). 
Una vez justificado, se da inicio a una nueva etapa en su vida, la etapa de la santificación. La santificación es el proceso por el cual Dios lo lleva a la santidad, es decir, guiarnos a una vida santa. 
El plan de Dios es que en su vida, ahora se refleje a Jesús. Pero aun es un pecador, justificado pero pecador. Para ello recuerde que Dios nos concede el “ser fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior de manera que Cristo more por la fe en vuestros corazones” (Efe 3:16, 17). Ahora el Espíritu Santo mora en usted y El le ayudará a no vivir más en el pecado, aunque sus deseos carnales aun estén en usted. Si le permite al Espíritu Santo morar en usted, por medio de la oración y el estudio de las Escrituras, entonces ya no andará conforme a la carne sino conforme al Espíritu (Rom 8:1,4). Ahora, en Cristo, usted vive para agradar a Dios según su voluntad.
Finalmente, para completar la Experiencia de la Salvación falta un solo paso, la Glorificación o Transformación. La santificación dura toda la vida, pero la gran transformación final de la cual Pablo nos habla cuando “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; pues la trompeta sonará y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados.” (1 Cor 15:52). En esta ocasión Jesús le quitará toda tendencia al pecado, toda tendencia al mal, su naturaleza pecaminosa será quitada y tendrá una nueva naturaleza. Una naturaleza sin tendencia al pecado. ¡Qué maravilloso será aquel día!. Jesús vendrá y nos vestirá de incorrupción para la eternidad. Solo necesitamos tener fe en el Cristo crucificado, muerto y resucitado.
Para conocer a Jesús y ser su amigo, para poder ser victoriosos con Jesús en el campo de batalla, tenemos que dedicar tiempo para estar con él.
Yo pensaba antes que para ser un buen cristiano debía dedicar todas mis fuerzas a hacer lo correcto y después si me quedaba tiempo leer la Biblia y orar un poco. Pero estaba empezando por el lugar equivocado. Sólo al estar en comunión con Jesús cada día, podremos hacer lo correcto.
Sólo cuando aceptamos su trueque (su justicia a cambio de nuestros pecados), comienza nuestra vida espiritual.

CLASE 11: EL CONFLICTO UNIVERSAL

Gracias a Dios que tú y yo no hemos nacido en un país que esté en guerra, no hemos tenido que vivir escondidos por los continuos bombardeos que amenacen destruir nuestra casa, o ver cómo nuestros familiares van muriendo día a día.
Sin embargo cada día por la televisión, somos testigos del sufrimiento de miles de personas que enfrentan el dolor y hambre de la guerra, vemos a miles morir cada día por un misil que cayó en un lugar equivocado en el Líbano o un coche bomba que destruyó un restorán en Israel, o una emboscada subversiva en Paquistán. Incuso mucho más cerca que eso, vemos a familias separadas y niños heridos, padres desconsolados llorando frente al cadáver inerte de sus pequeños, preguntándose ¿qué culpa tenían ellos? Y frente a todo esto tu corazón se congoja y hasta puede salir de tu boca un “pobre gente” pero a los 5 minutos ya no los recuerdas, continúas con tu vida y todo ese dolor quedó atrás.
Gracias a Dios que tú y yo no estamos en medio de una de esas guerras, pero debo decirte algo, algo que si aún no sabes debes conocer. Tú y yo estamos en medio de una guerra. Sí, aunque no lo creas o no quieras creerlo, somos parte del conflicto más grande y antiguo que haya existido en el universo. Estoy hablando de la guerra entre el bien y el mal.
Como en toda guerra hay lágrimas y sangre, pero esta guerra no es como todas, esta es “la madre de todas las guerras.” Las lágrimas y la sangre que son derramadas, son las de Jesús.
Esta guerra comenzó hace mucho pero mucho tiempo, antes de la creación de este mundo. Después de la guerra en el cielo, Satanás y sus ángeles fueron arrojados con él.
 Satanás nunca se sintió verdaderamente arrepentido por lo que había hecho pero sí se asustó al ver los resultados de su rebelión hasta ese momento. Por eso, “Satanás se estremeció mientras contemplaba su obra. Estaba solo meditando sus planes pasados, presentes y futuros. Su poderosa forma temblaba como si fuera sacudida por una tempestad. Un ángel del cielo pasó en ese momento. Lo llamó y le solicitó una entrevista con Cristo. Su petición fue concebida. Entonces le dijo al hijo de Dios que se había arrepentido de su rebelión y que deseaba gozar otra vez del favor de Dios”. Ahora noten lo siguiente: “Cristo lloró ante el pesar de Satanás, pero le dijo, al expresar la decisión de Dios, que nunca más podría ser recibido en el cielo, no se podía arriesgar la seguridad de éste.”[1]
Jesús lloró en el mismo comienzo del conflicto, al proyectar su mirada hacia el futuro.
Vio a Adán incapaz de obedecer a Dios, y a Caín que no soportó la justicia de su hermano, dándole muerte y también tratando de arrepentirse.
Vio el avance de la maldad en el mundo, los crímenes, la impiedad, el odio. Hasta que todos, excepto ocho personas, fueron destruidas por el diluvio.
Vio a los que sufrían la miseria de la esclavitud, y esperaban con ilusión al libertador para rechazarlo cuando al fin viniera.
Vio el Getsemaní, el calvario. Vio cuán pocos aceptarían su sacrificio y la fe pequeña de ese puñado de seguidores. Lloró por causa de la incredulidad, el pesar y el dolor. Vio a los mártires sufrir por su causa.
Te vio a ti y a mí, hoy, siendo parte de este conflicto, mientras tratamos de ignorarlo.
Jesús lloró, pero también su sangre derramó, para que tú y yo podamos ser libres del pecado.
Tú puedes decidir ignorar esta guerra y pretender que nada sucede, pero la verdad es que sólo te estás engañando a ti mismo, es imposible ser neutral en este combate, ¿sabes por qué? La respuesta es esta: “El Campo de batalla está en tu mente y tu corazón”.
Cada día, a cada momento estamos bajo un fuerte bombardeo, sin tregua.
Pero no estamos solos, Jesús está aquí para luchar contigo. ¿ya lo aceptaste como tu salvador? Si no lo has hecho aun, ¿qué estas esperando? Cierra tus ojos ahora mismo y ábrele tu corazón a Jesús. Pídele que entre en tu vida y que su amor llene todo rincón de tu ser, y que su presencia esté contigo siempre, para que con su poder salgas victorioso de cada batalla.
¿Ya lo hiciste?, yo te estoy hablando enserio. Esto es más importante de lo que imaginas. No creo que sea bueno para ti salir a la calle desprotegido en medio de un bombardeo. No esperes mas, cúbrete del escudo protector que sólo la presencia de Jesús en tu vida, te puede dar.
[1] Elena de White. La historia de la redención (Buenos Aires: ACES. 1986), 25-26.